El Montblanc por Gouter, 4810m. Julio de 2016
El
Montblanc es un clásico alpinistico. El techo de la Europa Occidental fue
coronado por primera vez en 1786 por Jacques Balmat y Michel Gabriel Paccard.
Hay pocas cimas que remonten tantos metros desde un casco urbano en tan poco
espacio y esta cercanía ha convertido esta magnífica cima en un icono
imborrable de la región.
Había
muchas ganas y mucha esperanza en poder hacer cumbre. A pesar de la
incertidumbre de los días anteriores, en los que tuvimos que retrasar el
ascenso por el fuerte viento que golpeaba las cotas altas del macizo.
Así
pues, nos desplazamos a les Houches, para coger primero un telecabina y luego
un tren cremallera que nos llevará hasta el ‘nido de águila’, a 2300 metros.
Desde
allí nos toca encarar un fácil trekking sin apenas nieve (solo la parte final
de la etapa), hasta el refugio Tete Rousse.
Ya en
el refugio, dejamos todos los trastos en la entrada y cenamos algo a eso de las
18h. Luego entablamos conversación con varios alpinistas de diferentes nacionalidades,
entre los cuales había muchos guías que subían a sus clientes. El resto de
alpinistas iban de aquí para allá preparando material e intentando recopilar
información sobre la ruta y el tiempo del día siguiente. Había nervios en el
ambiente, o quizá era una percepción a juzgar por los míos propios.
A las
23.30h guardamos el ajedrez y nos fuimos a descansar un rato. A las 1h debíamos
volver a estar en pie, para ¿desayunar? algo y ponernos en marcha.
A la
1’30h ya estábamos encarando la trepada que nos separaba del refugio de Gouter,
donde probablemente ya había salido un buen puñado de aspirantes a la cumbre.
El dia
se presentaba ideal; no hacía viento y el cielo estaba completamente
estrellado.
Despues
de pasar la inquietante ‘bolera’, un paso de 50m bajo una pared por la que se
desprenden piedras de forma constante, iniciamos la larga trepada hasta el
Gouter. No es un tramo técnico, pero sí bastante descompuesto, por lo que hay
que extremar precauciones con los desprendimientos y las caídas.
Apenas
encontramos nieve en este tramo, pero conservamos los crampones puestos ya que
había tramos helados y algún nevero disperso.
Una
vez arriba nos toca atacar el Dome du Goteur por una rampa de nieve pronunciada
para luego descender al Col du Dome, donde en días de niebla hay que prestar
especial atención con desorientarse, ya que puede resultar fatal.
Es muy
recomendable llevar GPS de montaña, aún en rutas tan transitadas como ésta, ya
que hay que estar preparado ante un cambio inesperado de la meteo.
Despues
del llaneo por el Col du Dome subimos otra fuerte pala de nieve hasta el
refugio de Vallot, que solo se usa en casos de emergencia y dispone de poco más
que unas mantas térmicas.
En
este instante el espectáculo está garantizado con la salida del Sol, los tonos
naranjas se apoderan de nuestro entorno y la arista que nos conduce a la cima
adquiere un halo de misticismo.
La
arista de les Bosses está en muy buen estado. Hay una huella muy bien definida
dentro de unos 50cm de ancho de nieve compactada. Durante más de hora y media
ascenderemos por esta arista expuesta a ambos lados, debiéndonos hacer a un
lado en varias ocasiones por la gente que salió del Gouter antes que nosotros y
ya descendían de la cima.
Tras
inmortalizar nuestra ansiada gesta nos disponemos a deshacer camino. No hay
victoria hasta que volvamos a estar sentados en el tren, la mayoría de los
accidentes en alta montaña se dan en el descenso, cuando el agotamiento y la
confianza se acentúan.
El
descenso no presenta problemas para nosotros, sí para alguien en una arista
cercana, donde vemos sobrevolar varios helicópteros. Bajando se notan los
efectos de tantas horas de esfuerzo, aunque el dolor de cabeza que acusé en los
últimos metros va remitiendo.
La
nieve está en buen estado y sobre las 11h llegamos a Gouter, donde tras des
trepar la rampa de acceso, nos espera un último paso tenso por la bolera.
Pasamos sin dilación y no hay ningún problema, los compañeros que van detrás no
tienen tanta suerte y un bloque de piedra pasa rodando a gran velocidad a unos
metros de distancia. El susto es mayúsculo, pero no hubo que lamentar daños.
Después
de un merecido descanso y tomar un refresco en la tete Rousse bajamos el último
tramo sin problemas, ya sin crampones, sin cuerda y con la satisfacción de
haber realizado algo grande.
Los
expertos podrán tildar la ‘via normal’ del Montblanc de aburrida o monótona. A
mí me pareció una hermosa travesía por la nieve, un espectáculo para los
sentidos y una prueba de resistencia.
Si la
UGEL va donde van sus afiliados, hoy ha llegado más alta que nunca y pondremos
empeño para que lo siga haciendo. En altitud, en experiencia y en objetivos.
Avel
Igual – Piolet Sabadell
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