Para un recién llegado al mundo del alpinismo como yo,
llegar a Chamonix, plantarte en mitad de la calle principal y rotar sobre ti
mismo para contemplar ese sinfín de posibilidades que tienes alrededor…marca un
antes y un después.
El valle de Chamonix está rodeado de un inmenso muro rocoso
en forma de agujas, glaciares y cimas de nieves perpetuas. En un dia despejado
podremos avistar desde cualquier punto del pueblo l’aguille du Midi, la de Grepon,
el mount maudit, los glaciares de la mer du glace, bossons… y sobre todas
ellas, la cima del Montblanc, imponente y cautivadora.
Muchas de estas agujas que se alzan a ambos lados del valle
están conectadas por teleféricos y remontadores que hacen posible subir hasta
cotas muy altas. Quizá la más visitada sea l’Aguille du Midi (3842m) que sale
des de Chamonix y sube hasta los 3770m, con la posibilidad de coger un ascensor
para llegar al punto más alto.
Nos alojamos en un camping cercano al bonito pueblo de ‘Les
Houches’, bajo el inmenso glaciar de les Bossons, que según nos cuentan ha
remitido mucho y muy rápido las últimas décadas.
Al día siguiente, cargamos trastos en la furgo y nos
dirigimos hacia el túnel transalpino del Montblanc que conecta las poblaciones
de Chamonix y Courmayeur, poblaciones francesa e italiana respectivamente. No
recuerdo el importe exacto, pero preparad un billete de 50 euros para pasar el
túnel y poder volver por él.
Tras 11km de túnel donde se han tomado muy en serio la
seguridad a raíz del accidente ocurrido el año 1999, desembocamos en el Valle
de Aosta, ya en Italia, para dirigirnos a los pies del Gran Paradiso donde
aparcamos la furgo, preparamos material y encaramos una pista bastante
transitada hasta el refugio Vittorio Emmanuele II, que recibió el nombre del
monarca homónimo y fundador del parque nacional de Gran Paradiso, en la que
seguramente sería la buena obra de su vida.
Pasamos la noche en el refugio, unos durmiendo y otros
dando vueltas atormentados por el viento incesante que azotaba las paredes metálicas
de la fachada. Poco después de acostarnos, sobre las 3’30h, suena el
despertador. El viento ha remitido bastante, aunque el frio aprieta y hay
bancos de niebla surcando las cotas altas.
Encaramos la pedrera que hay hasta un pequeño rio que baja
del glaciar. Una vez remontado, hacemos una parada para calzarnos crampones y
encordarnos. Es el momento de empezar a subir con un frío de narices y con el
viento que empieza a hacer acto de presencia.
A la que ganamos altura y nos situamos en terreno abierto,
ya podemos divisar entre la niebla la cima del Paradiso, así como el glaciar
que se desprende de la cara oeste, mostrándonos una escena maravillosa de
bloques y seracs abismales.
La ‘vía normal’, como se conoce el acceso por la
cara oeste, no alberga dificultad técnica, por lo que solo nos queda una larga
prueba de resistencia hasta la cima, amenizado por un paso final demasiado
masificado para poderlo disfrutar.
Sin tiempo para pensárnoslo demasiado, por el fuerte viento
que nos sitúa en temperaturas por debajo de los -15ºC, encaramos la vuelta en
la que descenderemos 2000m de desnivel hasta el parking.
Ha sido un buen ejercicio de aclimatación y una primera
toma de contacto con la alta montaña. ¡Las condiciones no han sido las mejores,
pero…oh! Bienvenidos a los Alpes.
Avel Igual
GM Piolet - Sabadell
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